Se trata de uno de los puntos más importantes historicamente hablando del «ombligo del mundo», nombre que los incas le dieron a su capital, Cusco. En esta plaza Pizarro mandó bautizar y ahorcar a Atahualpa, el último Inca, y luego el mismo le cortó la cabeza para evitar su reencarnación, ya que los incas creían que para poder reencarnarte necesitabas volver a la tierra con tu cuerpo entero.
La plaza desarrolló un estilo colonial con forma rectangular formada principalmente por edificios con soportales y balcones de madera ricamente decorada en la primera planta y con dos iglesias construidas con las piedras procedentes de las edificaciones incas cercanas.
La fotografía refleja uno de los laterales de la plaza y puede parecer incluso una calle, pero resulta imposible captar el conjunto por su gran tamaño y su pésima iluminación.