Apareció en verano, en la casa del pueblo. No sabemos cuánto tiempo llevábamos compartiendo espacio, porque estaba colgado tranquilamente y sin hacer ningún ruido de un altavoz que está en el techo de la habitación en la que trabajamos. Nos llevamos bastante susto y decidimos que lo mejor era que se fuera a buscar alojamiento a otro lugar.
Mientras estaba colgado y (aparentemente) dormido le saqué unas cuantas fotos. Tampoco me acerqué mucho porque cuando lo hacía notaba como se iba tensando, abriendo las alas. Yo estaba subida en una escalera y tenía miedo de que se moviera, me asustara y me cayera.
Así que Abencio consiguió cazarlo, y me lo sujetó con bastante cuidado para que pudiera sacarle unas fotos antes de liberarlo. Con lo que no contaba es con que el murciélago no fuera muy colaborador: no le hizo demasiada gracia la mini sesión de fotos, y se defendía lanzando dentelladas, intentando mordernos de forma bastante agresiva. Además chillaba bastante. Así que apenas le saqué unas fotos y enseguida lo soltamos.